viernes, 22 de enero de 2010

Tacones lejanos

La aspiradora serpentea en la alfombra del pasillo y la perra mordisquea la cabeza suelta de un muñeco de bebé mientras entra de puntillas al baño para dejar que el agua se lleve los pelos ajenos, los fluidos ajenos y la vergüenza propia que la lleva a buscar en cada cama dinero y cariño. Y llora. Tan solo con un vestido de charol y los tacones en las manos se marcha en aprendido sigilo no sin antes comprobar que en la cartera del cliente haya algo más que lo que se metió anoche en el escote mientras subía al coche en la rotonda. Ésta vez es la ultima, piensa mientras se limpia. Como promesa firma con sus bragas al pie de la cama. Mañana me compraré una nueva barra de labios para plasmar sobre una servilleta de bar el número de teléfono de para el príncipe azul que nunca llegará.


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